Durante il viaggio verso Gerusalemme, Gesù attraversò la Samaria e la Galilea.
Entrando in un villaggio, gli vennero incontro dieci lebbrosi i quali, fermatisi a distanza,
alzarono la voce, dicendo: «Gesù maestro, abbi pietà di noi!».
Appena li vide, Gesù disse: «Andate a presentarvi ai sacerdoti». E mentre essi andavano, furono sanati.
Uno di loro, vedendosi guarito, tornò indietro lodando Dio a gran voce;
e si gettò ai piedi di Gesù per ringraziarlo. Era un Samaritano.
Ma Gesù osservò: «Non sono stati guariti tutti e dieci? E gli altri nove dove sono?
Non si è trovato chi tornasse a render gloria a Dio, all'infuori di questo straniero?». E gli disse:
«Alzati e và; la tua fede ti ha salvato!».
Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea.
Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia
y empezaron a gritarle: "¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!".
Al verlos, Jesús les dijo: "Vayan a presentarse a los sacerdotes". Y en el camino quedaron purificados.
Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta
y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano.
Jesús le dijo entonces: "¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están?
¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?".
Y agregó: "Levántate y vete, tu fe te ha salvado".
Prima regola, 23
« Tornare a rendere gloria a Dio »
Onnipotente, santissimo, altissimo e sommo Dio,
Padre santo e giusto, Signore, re del cielo e della terra,
per te stesso ti rendiamo grazie,
perché per la tua santa volontà,
e mediante il Figlio tuo unico con lo Spirito Santo,
hai creato tutte le cose, spirituali e corporali.
E noi, fatti a tua immagine e somiglianza,
hai posto in paradiso ;
e noi, per colpa nostra, siamo caduti.
Ti rendiamo grazie perché,
come tu ci hai creati per mezzo del Figlio tuo,
così, nel santo amore con cui ci hai amati,
hai fatto nascere tuo Figlio, vero Dio e vero uomo,
dalla gloriosa sempre Vergine Beatissima santa Maria,
e, mediante la sua croce, il suo sangue e la sua morte,
hai voluto riscattarci dalla nostra schiavitù.
E ti rendiamo grazie perché lo stesso tuo Figlio
tornerà nella gloria della sua maestà,
per mandare i reprobi
che hanno rifiutato di pentirsi e di riconoscerti,
nel fuoco eterno
e per dire a tutti coloro che ti conobbero,
adorarono e servirono nella penitenza :
« Venite, benedetti del Padre mio, entrate in possesso del
regno preparato per voi fin dalla fondazione del mondo » (Mt 25, 34).
Noi tutti, miseri e peccatori,
non siamo degni di nominarti ;
supplici, ti preghiamo,
che il nostro Signore Gesù Cristo,
il Figlio tuo prediletto in cui ti sei compiaciuto,
con lo Spirito Santo Paraclito,
ti renda grazie, lui stesso, per tutto,
come a te, e a lui, piace
lui che sempre ti basta in tutto,
e per il quale a noi hai fatto cose tanto grandi. Alleluia !
Primera Regla, 23
«Ha vuelto para dar gloria a Dios»
Poderosísimo, santísimo, altísimo y soberano Dios,
Padre justo y santo, Señor, rey del cielo y de la tierra,
te damos gracias por ser tú quien eres,
porque, por tu santa voluntad,
y por tu Hijo único con el Espíritu Santo,
has creado todas las cosas, espirituales y corporales.
Nos has hecho a tu imagen y semejanza,
nos has colocado en el paraíso;
y nosotros, caímos por nuestras faltas.
Te damos gracias porque,
igual que tú nos has creado por medio de tu Hijo
igualmente, por medio del santo amor con que nos has amado,
has hecho nacer a tu Hijo, verdadero Dios y verdadero hombre,
de la gloriosa Virgen, Santa María,
y, por su cruz, su sangre y su muerte,
has querido rescatarnos de nuestro cautiverio.
Te damos gracias porque este mismo Hijo
vendrá en la gloria de su majestad,
para mandar al fuego eterno a los malditos
que no han querido convertirse y reconocerte
y para decir a todos los que te habrán reconocido,
adorado y servido en la penitencia:
«Venid, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo» (Mt 25,34).
Todos somos miserables y pecadores,
no somos dignos de nombrarte;
te rogamos, pues, aceptes
que nuestro Señor Jesucristo
tu Hijo muy amado en quien te complaces,
junto con el Espíritu Santo Paráclito,
sea él mismo quien te de gracias por todo,
tal como te place y como a él le place,
él, que te basta siempre y en todo,
él, por quien has hecho tanto por nosotros. ¡Aleluya!
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