Sabato della XXXII settimana del Tempo Ordinario






Lc 18,1-8

In quel tempo, Gesù disse ai suoi discepoli una parabola sulla necessità di pregare sempre, senza stancarsi: “C’era in una città un giudice, che non temeva Dio e non aveva riguardo per nessuno. In quella città c’era anche una vedova, che andava da lui e diceva: Fammi giustizia contro il mio avversario. Per un certo tempo egli non volle; ma poi disse tra sé. Anche se non temo Dio e non ho rispetto di nessuno, poiché questa vedova è così molesta le farò giustizia, perché non venga continuamente a importunarmi”.
E il Signore soggiunse: “Avete udito ciò che dice il giudice disonesto. E Dio non farà giustizia ai suoi eletti che gridano giorno e notte verso di lui? Li farà a lungo aspettare? Vi dico che farà loro giustizia prontamente.
Ma il Figlio dell’uomo, quando verrà, troverà la fede sulla terra?”.


IL COMMENTO


Sperare contro ogni speranza. Vedova, con un avversario a stringerle la gola, e un giudice inumano da cui aspettarsi tutto meno che giustizia. Speranze praticamente nulle. Questa vedova si confonde nell' immagine dell'inerme colomba che raffigura Israele, presa dentro ad una grotta tra una serpe ed un'aquila, salvata dalla mano di Dio nel momento più impensato. Sperare contro ogni evidenza. Spesso questa è la fede, radicata in altre passate esperienze, accese per Grazia dallo Spirito Santo ad illuminare la ragione incastrata nel dubbio e nell'incomprensibilità. Quando tutto sembra congiurare contro di noi, sul lavoro, in casa, la salute, i soldi che non bastano mai, quando siamo con la lingua di fuori stremati dagli insuccessi, sperare al di là di ogni ragionevolezza.

La fede è questa speranza, l'insistente preghiera d'una vedova che non ha NESSUNO, niente altro che la sua propria insistenza. Giorno e notte senza stancarsi. E non ci si stanca perchè prontamente il Padre ci ascolta, ci consola del Suo amore infinito. La fede che il Figlio "spera" di trovare nel Suo quotidiano ritorno incamminato alla nostra ricerca sulle strade di questa terra, è il nostro timido abbandono tra le Sue braccia; la fede è quella di Abramo, la "fede sulla terra" come canta un midrash sul sacrificio di Isacco, che ha sperato contro ogni speranza sommerso dai flutti di disperazione di una morte onnipresente.

La fede è lasciarsi condurre dalla "pronta" GIUSTIZIA di Dio, la Sua misericordia che spezza ogni ingiustizia, che ci dona occhi nuovi, occhi di fede, su ogni cosa, trasfigurando anche il nero più nero in un bianco accecante. Forse nulla cambierà secondo i nostri umani desideri, ma sarà mutato il nostro sguardo sui fatti e le persone, la vera GIUSTIZIA che giudica tutto trapassando le apparenze e giungendo diritto al cuore d'ogni cosa, l'amore infinito di Dio che avvolge e impregna tutto di una dolcissima misericordia.





Evangelio según San Lucas 18,1-8.
Después Jesús les enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse:
"En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres;
y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: 'Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario'.
Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: 'Yo no temo a Dios ni me importan los hombres,
pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme'".
Y el Señor dijo: "Oigan lo que dijo este juez injusto.
Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar?
Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?".



COMENTARIO

Esperar contra toda esperanza. Viuda, con un adversario a apretarle la garganta y un juez inhumano de que esperarse todo menos qué justicia. Ninguna esperanza. Esta viuda se confunde ne la imagen de la inerme paloma que representa Israel, cogida dentro a una gruta entre una serpiente y un águila, salvada por la mano de Dios en el momento más inesperado. Esperar contra cada evidencia. A menudo ésta es la fe, arraigada en otras pasádas experiencias, encendida por Grazia del Espíritu Santo a iluminar la razón encajada en la duda y en la incomprensibilidad. Cuando todo parece conjurar en contra de nosotros, en el trabajo, en casa, por la salud, por el dinero que no basta nunca, cuando estamos con la lengua por fuera embrujada por los fracasos, esperar más allá de cada sensatez. Esta es la fe adulta, la de esta viuda.

La fe es esta esperanza, la oracion insistente de una viuda que no tiene nadie y nada más que su misma insistencia. Día y noche sin cansarse. Y no se puede cansar porque tiene la ceteza de que rápidamente el Padre escucha, y consuela con Su amor infinito. La fe que el Hijo "espera" encontrar en Su cotidiana vuelta encaminada a nuestra búsqueda sobre los caminos de esta tierra, es nuestro tímido abandono entre Sus brazos; la fe es la de Abraham, la "fe" sobre la tierra como canta un midrash sobre el sacrificio de Isaac, la fe que ha esperado contra toda esperanza sumergida por las oleadas de desesperación de una muerte omnipresente. La fe de Abrahan que llega hasta sacrificar a su hijo. La fe que todo lo remite al Padre, confiando en su Amor, que El puede dar la vida a los muertos.

La fe es dejarse conducir de la rapida justicia de Dios, Su misericordia que destruye cada injusticia, que nos dona ojos nuevos, ojos de fe, sobre cada cosa, también transfigurando el negro más negro en un blanco cegador. Quizás nada cambiará según nuestros humanos deseos, pero serán cambiados nuestro corazon y nuestra mente, y con ellos nuestra mirada sobre los hechos y las personas; miraremos con la verdadera justicia que juzga todo traspasando las apariencias y llegando derecho al corazón de cada cosa, adonde se asconde el amor infinito de Dios que envuelve todo de una dulce misericordia.





San Tommaso d'Aquino (1225-1274), teologo domenicano, dottore della Chiesa
Compendium theologiae, 2a parte, cap.1

Pregare con fiducia senza stancarsi

Una differenza distingue la preghiera che viene fatta a Dio da quella che si rivolge a un uomo. La preghiera rivolta a un uomo esige prima un certo grado di familiarità grazie alla quale si avrà accesso presso colui che si implora. Mentre la preghiera rivolta a Dio ci fa, essa stessa, gli intimi di Dio. Nella preghiera, la nostra anima si innalza verso di lui, si intrattiene affettuosamente con lui e lo adora in spirito e verità.

Questa intimità acquistata pregando, incita l'uomo a rimettersi in preghiera con fiducia. Perciò è detto nel Salmo : « Ho gridato », cioè ho pregato con fiducia « perché mi hai esaudito, Dio mio » (Sal 16, 6). Accolto nell'intimità di Dio mediante una prima preghiera, il salmista prega, in un secondo tempo, con una fiducia accresciuta. Così, nella preghiera a Dio, l'assiduità o l'insistenza della domanda non è importuna, bensì gradita a Dio. Perché « bisogna pregare sempre, dice il Vangelo, senza stancarsi » ; e altrove, il Signore ci invita a chiedere : « Chiedete e vi sarà dato, dice, bussate e vi sarà aperto » (Mt 7, 7).



San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte) y doctor de la Iglesia
Sermón 115, 1; PL 38, 655

«Cuando venga el Hijo del Hombre ¿encontrará esta fe en la tierra?»

¿Hay un medio más eficaz para animarnos a la oración que la parábola del juez injusto que nos ha contado el Señor? Evidentemente que el juez injusto no temía al Señor ni respetaba a los hombres. No experimentaba ninguna compasión por la viuda que recurrió a él y, sin embargo, vencido por el hastío, acabó escuchándola. Si él escuchó a esta mujer que le importunaba con sus ruegos, ¿cómo no vamos a ser escuchados nosotros por Aquel que nos invita a presentarle nuestras súplicas? Es por esto que el Señor nos ha propuesto esta comparación sacada de dos contrarios para hacernos comprender que «es necesario orar sin desanimarse». Después añade: «Pero cuando venga el Hijo del Hombre ¿encontrará esta fe en la tierra?»

Si desaparece la fe, se extingue la oración. En efecto ¿quién podría orar para pedir lo que no cree? Mirad lo que dice el apóstol Pablo para exhortar a la oración: «Todos los que invocarán el nombre del Señor serán salvados». Después para hacernos ver que la fe es la fuente de la oración y que el riachuelo no puede correr si la fuente esta seca, añade: «¿Cómo van a invocar al Señor si no creen en él?» (Rm 10,13-14).

Creamos, pues, para poder orar y oremos para que la fe, que es el principio de la oración, no nos falte. La fe difunde la oración, y la oración, al difundirse obtiene, a su vez, la firmeza de la fe.





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