In quel tempo, Gesù disse ai suoi discepoli una parabola sulla necessità di pregare sempre, senza stancarsi: “C’era in una città un giudice, che non temeva Dio e non aveva riguardo per nessuno. In quella città c’era anche una vedova, che andava da lui e diceva: Fammi giustizia contro il mio avversario. Per un certo tempo egli non volle; ma poi disse tra sé. Anche se non temo Dio e non ho rispetto di nessuno, poiché questa vedova è così molesta le farò giustizia, perché non venga continuamente a importunarmi”.
E il Signore soggiunse: “Avete udito ciò che dice il giudice disonesto. E Dio non farà giustizia ai suoi eletti che gridano giorno e notte verso di lui? Li farà a lungo aspettare? Vi dico che farà loro giustizia prontamente.
Ma il Figlio dell’uomo, quando verrà, troverà la fede sulla terra?”.
Después Jesús les enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse:
"En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres;
y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: 'Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario'.
Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: 'Yo no temo a Dios ni me importan los hombres,
pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme'".
Y el Señor dijo: "Oigan lo que dijo este juez injusto.
Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar?
Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?".
Compendium theologiae, 2a parte, cap.1
Pregare con fiducia senza stancarsi
Una differenza distingue la preghiera che viene fatta a Dio da quella che si rivolge a un uomo. La preghiera rivolta a un uomo esige prima un certo grado di familiarità grazie alla quale si avrà accesso presso colui che si implora. Mentre la preghiera rivolta a Dio ci fa, essa stessa, gli intimi di Dio. Nella preghiera, la nostra anima si innalza verso di lui, si intrattiene affettuosamente con lui e lo adora in spirito e verità.
Questa intimità acquistata pregando, incita l'uomo a rimettersi in preghiera con fiducia. Perciò è detto nel Salmo : « Ho gridato », cioè ho pregato con fiducia « perché mi hai esaudito, Dio mio » (Sal 16, 6). Accolto nell'intimità di Dio mediante una prima preghiera, il salmista prega, in un secondo tempo, con una fiducia accresciuta. Così, nella preghiera a Dio, l'assiduità o l'insistenza della domanda non è importuna, bensì gradita a Dio. Perché « bisogna pregare sempre, dice il Vangelo, senza stancarsi » ; e altrove, il Signore ci invita a chiedere : « Chiedete e vi sarà dato, dice, bussate e vi sarà aperto » (Mt 7, 7).
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte) y doctor de la Iglesia
Sermón 115, 1; PL 38, 655
«Cuando venga el Hijo del Hombre ¿encontrará esta fe en la tierra?»
¿Hay un medio más eficaz para animarnos a la oración que la parábola del juez injusto que nos ha contado el Señor? Evidentemente que el juez injusto no temía al Señor ni respetaba a los hombres. No experimentaba ninguna compasión por la viuda que recurrió a él y, sin embargo, vencido por el hastío, acabó escuchándola. Si él escuchó a esta mujer que le importunaba con sus ruegos, ¿cómo no vamos a ser escuchados nosotros por Aquel que nos invita a presentarle nuestras súplicas? Es por esto que el Señor nos ha propuesto esta comparación sacada de dos contrarios para hacernos comprender que «es necesario orar sin desanimarse». Después añade: «Pero cuando venga el Hijo del Hombre ¿encontrará esta fe en la tierra?»
Si desaparece la fe, se extingue la oración. En efecto ¿quién podría orar para pedir lo que no cree? Mirad lo que dice el apóstol Pablo para exhortar a la oración: «Todos los que invocarán el nombre del Señor serán salvados». Después para hacernos ver que la fe es la fuente de la oración y que el riachuelo no puede correr si la fuente esta seca, añade: «¿Cómo van a invocar al Señor si no creen en él?» (Rm 10,13-14).
Creamos, pues, para poder orar y oremos para que la fe, que es el principio de la oración, no nos falte. La fe difunde la oración, y la oración, al difundirse obtiene, a su vez, la firmeza de la fe.
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