Non c'è albero buono che faccia frutti cattivi, né albero cattivo che faccia frutti buoni. Ogni albero infatti si riconosce dal suo frutto: non si raccolgono fichi dalle spine, né si vendemmia uva da un rovo. L'uomo buono trae fuori il bene dal buon tesoro del suo cuore; l'uomo cattivo dal suo cattivo tesoro trae fuori il male, perché la bocca parla dalla pienezza del cuore. Perché mi chiamate: Signore, Signore, e poi non fate ciò che dico? Chi viene a me e ascolta le mie parole e le mette in pratica, vi mostrerò a chi è simile: è simile a un uomo che, costruendo una casa, ha scavato molto profondo e ha posto le fondamenta sopra la roccia. Venuta la piena, il fiume irruppe contro quella casa, ma non riuscì a smuoverla perché era costruita bene. Chi invece ascolta e non mette in pratica, è simile a un uomo che ha costruito una casa sulla terra, senza fondamenta. Il fiume la investì e subito crollò; e la rovina di quella casa fu grande».
Meditazione del giorno:
San Bernardo (1091-1153), monaco cistercense e dottore della Chiesa
24a Omelia sul Cantico dei cantici
« Ogni albero si riconosce dal suo frutto »
Se credete in Cristo, fate dunque le opere di Cristo, affinché la vostra fede viva ; l'amore animerà la vostra fede, l'azione ne darà la prova. Voi che pretendete di dimorare in Gesù Cristo, dovete camminare al suo passo. Se cercate la gloria, se invidiate i beati di questo mondo, se dite male degli assenti e se rendete il male per il male, queste sono cose che Cristo non ha fatte. Dite che conoscete Cristo, ma i vostri atti lo negano... « Questo uomo mi onora con le labbra, dice la Scrittura, mentre il suo cuore è lontano da me » (Is 29, 13)...
Ora la fede, anche retta, non basta per fare un santo, un uomo retto, se non opera nell'amore. Chi è senza amore, è incapace di amare la Sposa, la Chiesa di Cristo. E le opere, anche compiute nella rettitudine non riescono, senza la fede, a rendere il cuore retto. Non si può attribuire la rettitudine a chi non è gradito a Dio ; Infatti, la lettera agli Ebrei dice : « Senza la fede, è impossibile essergli graditi » (Eb 11, 6). Se uno non piace a Dio, Dio non potrebbe piacergli. Ma colui che ama Dio, non potrebbe non piacere a Dio. E colui al quale Dio non piace, neanche la Chiesa-Sposa potrebbe piacergli. Come dunque potrebbe essere retto, colui che non ama né Dio, né la sua Chiesa alla quale è stato detto « i giusti sanno amarti ».
No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos:
cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas.
El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca.
¿Por qué ustedes me llaman: 'Señor, Señor', y no hacen lo que les digo?
Yo les diré a quién se parece todo aquel que viene a mí, escucha mis palabras y las practica.
Se parece a un hombre que, queriendo construir una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre la roca. Cuando vino la creciente, las aguas se precipitaron con fuerza contra esa casa, pero no pudieron derribarla, porque estaba bien construida.
En cambio, el que escucha la Palabra y no la pone en práctica, se parece a un hombre que construyó su casa sobre tierra, sin cimientos. Cuando las aguas se precipitaron contra ella, en seguida se derrumbó, y el desastre que sobrevino a esa casa fue grande".
Las Disertaciones, nº 1 «Sobre la fe»
Poner los cimientos sobre la roca
Escúchame que voy a hablarte de la fe cimentada sobre la roca y del edificio que se levanta sobre esa roca. En efecto, el hombre comienza por creer, y cuando cree, ama; cuando ama, espera; cuando espera, es justificado; cuando está justificado, está acabado; cuando está acabado, llega a la cima. Cuando todo su edificio está levantado, llegado a la cima y acabado, llega a ser casa y templo habitado por Cristo/el Mesías... Esto es lo que dice el bienaventurado apóstol Pablo: «Sois templo de Dios, y el Espíritu de Cristo habita en vosotros» (1C 3,16; 6,19). Y nuestro Señor mismo dice a sus discípulos: «Vosotros estáis en mí y yo en vosotros» n 14,20)...
Cuando el edificio llega a ser casa habitada, entonces el hombre comienza a preocuparse de lo que le pide el que habita en esta casa. Es como una casa en la que vive el rey o un hombre de noble familia que lleva un nombre real. Entonces se piden para el rey todas las insignias de la realeza y todo el servicio que corresponde a su dignidad real. Nunca un rey vive en una casa vacía... Así ocurre con el hombre que ha llegado a ser casa habitada por Cristo/el Mesías: atiende a lo que conviene para el servicio del Mesías que le habita, a las cosas que le dan gusto.
En efecto, ese hombre primero construye su edificio sobre roca, es decir, sobre el mismo Cristo. Sobre esta piedra pone su fe... El bienaventurado Pablo dice estas dos cosas: «Como hábil arquitecto coloqué el cimiento. Nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo» (1C 3,10.11) Y también: «El Espíritu de Cristo/el Mesías habita en vosotros» porque nuestro Señor dice: «Mi Padre y yo somos uno» (Jn 10,30). Desde entonces se realiza la palabra según la cual el Mesías habita en los hombres que creen en él, y él es el fundamento sobre el cual se levanta todo el edificio
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